Como ya sabemos, una reducción inmediata de las emisiones de gases de invernadero no podría impedir los efectos del cambio climático. El sistema climático es la respuesta a los cambios en los niveles de gases de invernadero que no se encuentra ubicado en el tiempo.
Los sistemas ecológicos y socioeconómicos más débiles son los que tienen mayor sensibilidad al cambio climático y menos capacidad de adaptación. Además, esta sensibilidad es el grado en el cual un sistema da respuesta a un cambio en el clima; mide por ejemplo, como un ecosistema da respuesta a un determinado aumento de temperatura. También la adaptabilidad es el nivel en que los sistemas pueden aferrarse en respuesta o en previsión a un cambio de las condiciones. Sin embargo, también se encuentra la vulnerabilidad, que define si el cambio climático
perjudica o daña a un sistema.
Generalmente, las zonas más vulnerables son aquellas que les afecta demasiado el cambio climático, generando inundaciones, tormentas, sequías entre otros. Las personas que viven en las personas que viven en tierras áridas o semiáridas, en zonas costeras bajas, en zonas propensas a las inundaciones o en pequeñas islas, están constantemente en gran peligro.
La adaptación al cambio climático puede ser un acto espontáneo o planificado. Por un lado, las personas, las empresas, los gobiernos y la propia naturaleza con continuidad se adaptan a los impactos del cambio climático sin ayuda externa. Por otro lado, las poblaciones necesitan planificar, reducir los costos de los efectos negativos y aumentar los beneficios de los efectos positivos.
La elaboración de estrategias de adaptación se ve afectada por incertidumbre. Todavía no se puede saber con precisión los efectos futuros sobre un sistema determinado en un lugar particular. Ello se debe a que las proyecciones del cambio climático en el plano regional son inciertas, con frecuencia se conocen poco actualmente los procesos naturales y socioeconómicos, y la mayoría de los sistemas están sujetos a muchas presiones diferentes que interactúan. Los conocimientos han aumentado considerablemente en los últimos años, pero la investigación y el seguimiento seguirán siendo necesarios para lograr una mejor comprensión de los posibles efectos y las estrategias de adaptación necesarias para abordarlos.
Por Martina Amundarain y Delfina González.
Los sistemas ecológicos y socioeconómicos más débiles son los que tienen mayor sensibilidad al cambio climático y menos capacidad de adaptación. Además, esta sensibilidad es el grado en el cual un sistema da respuesta a un cambio en el clima; mide por ejemplo, como un ecosistema da respuesta a un determinado aumento de temperatura. También la adaptabilidad es el nivel en que los sistemas pueden aferrarse en respuesta o en previsión a un cambio de las condiciones. Sin embargo, también se encuentra la vulnerabilidad, que define si el cambio climático
perjudica o daña a un sistema.
Generalmente, las zonas más vulnerables son aquellas que les afecta demasiado el cambio climático, generando inundaciones, tormentas, sequías entre otros. Las personas que viven en las personas que viven en tierras áridas o semiáridas, en zonas costeras bajas, en zonas propensas a las inundaciones o en pequeñas islas, están constantemente en gran peligro.
La adaptación al cambio climático puede ser un acto espontáneo o planificado. Por un lado, las personas, las empresas, los gobiernos y la propia naturaleza con continuidad se adaptan a los impactos del cambio climático sin ayuda externa. Por otro lado, las poblaciones necesitan planificar, reducir los costos de los efectos negativos y aumentar los beneficios de los efectos positivos.
La elaboración de estrategias de adaptación se ve afectada por incertidumbre. Todavía no se puede saber con precisión los efectos futuros sobre un sistema determinado en un lugar particular. Ello se debe a que las proyecciones del cambio climático en el plano regional son inciertas, con frecuencia se conocen poco actualmente los procesos naturales y socioeconómicos, y la mayoría de los sistemas están sujetos a muchas presiones diferentes que interactúan. Los conocimientos han aumentado considerablemente en los últimos años, pero la investigación y el seguimiento seguirán siendo necesarios para lograr una mejor comprensión de los posibles efectos y las estrategias de adaptación necesarias para abordarlos.
Por Martina Amundarain y Delfina González.
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